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divendres, de maig 20, 2005

Aquest article és de Félix Bayón i publicat en el Diario de Cádiz:

Malos barruntos

LA Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) se define a sí misma como "la casa de los creadores". En realidad, es sólo una voraz maquinaria burocrática de la que dice ya bastante el hecho de que siente en su consejo de administración a Ramoncín, cuyas dotes administradoras imagino aún más escasas que su capacidad de creación.
La SGAE cobra un canon por cada CD o DVD que se vende, aunque uno lo use para archivar las fotos familiares o para hacer una copia de seguridad del ordenador. Da por supuesto que detrás de cada ordenador hay un pirata. Pronto te cobrará si cantas bajo la ducha, pero de momento quiere encarcelar a los que intercambien archivos musicales y cinematográficos.
Si la SGAE fuera realmente "la casa de los creadores", estaría a favor de la libertad sin límites. Pero no es así, su modelo parece ser el de China, Cuba o la España de Franco. El miércoles, en unas jornadas celebradas en Madrid por la Asociación de Periodistas Europeos, el representante legal de la SGAE, Pedro Farré, dijo que "al igual que se necesita una licencia para conducir, tendrá que haber una identificación necesaria para navegar por internet". Según Farré, "no cabe la libertad sin responsabilidad". Y, consecuentemente, digo yo, debería de haber una autoridad que sometiera todo a censura para discernir qué es responsable o no.
El asunto sería una simple anécdota si no coincidiera con otros indicios preocupantes que se asoman como malos barruntos. Uno de ellos es el sermón sobre la necesidad de poner orden en internet, predicado ya hace nueve años por el entonces portavoz del Gobierno, Miguel Ángel Rodríguez, y retomado recientemente por los máximos responsables de los dos principales periódicos españoles. En sintonía con este terror a la libertad, IU elaboró un proyecto de Estatuto del Periodista que pone en manos del poder decidir quién es o no es periodista, como en los tiempos de Franco.
En la misma reunión en la que Farré reivindicó el carné de internauta, un senador del PSOE llamado Félix Lavilla hizo una curiosa afirmación: "Toda opinión que se reproduzca en España tiene que ser constitucional". Es decir, que la libertad de opinión consagrada en la Constitución está vedada a todos aquellos que discrepen con cualquiera de los contenidos de la misma Constitución. Magnífico.
Podría ser que estamos en una fase de reflujo de las libertades. Sería lamentable que este reflujo se produzca precisamente con la llegada de internet, que propicia la expresión sin ningún tipo de ataduras: en absoluta libertad. También podría ser lo de siempre: el pánico que provocan los nuevos inventos. Estaríamos de nuevo escuchando a los mismos catastrofistas que auguraban que el cuerpo humano no podría resistir la velocidad de cuarenta kilómetros por hora y el ferrocarril resultaría un invento mortal e inútil. Ojalá sólo sea eso.

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